En ocasiones poco puede uno decir de sitios tan emblemáticos como es el Restaurante El Bohío (en Illescas). Y más hoy en día que todo el mundo opina o cuenta su experiencia aquí o allí, entienda o no entienda, se dedique o no a la gastronomía.
Más aún cuando parece que todo ya está escrito, ocurre que tras visitar este mítico de la gastronomía española, y aún habiendo incluso pasado un tiempo tras la visita, advienen a la memoria gustosos recuerdos relacionados con la expectante experiencia que supone sentarse en alguna de sus mesas.
Memoria e identidad, dos notas plausibles y palpables en cada exquisito y logrado bocado. Culto a la tierra donde se arraigan las raíces de la cocina que iniciaron los padres de Pepe y Diego, varios lustros ha. Igual que entonces, en su cocina siguen gestándose un sin fin de memorables platos donde el cariño y la calidad se entrecruzan de forma casi atemporal, acompasada y sinérgica.
Al Bohío hay que ir sí o sí aunque sólo sea para respirar la historia viva de una familia que llegó a conseguir casi desde “la nada” la segunda estrella Michelin de Castilla- La Mancha. Y hay que ir, porque aún conmueven, sorprenden y emocionan.












